Opinión Alfonso Swett: "Un nuevo sistema de capacitación no solo es una deuda histórica con la productividad y con nuestros trabajadores (asalariados, cuenta propia, pymes y desempleados); también lo es con el futuro de Chile".
En el marco de un adelanto del informe de la Comisión Nacional de Productividad (CNP), la semana pasada se supo de los serios problemas que presenta nuestro sistema de capacitación. Según la comisión, estos tienen que ver con la duración y contenidos de los cursos.
Como equipo a cargo de la elaboración del programa laboral de la candidatura del ex Presidente Piñera, queremos valorar el espíritu constructivo de este informe. Chile necesita con urgencia un nuevo sistema de capacitación, que dé cuenta de las necesidades de los trabajadores de cara al siglo XXI.
Compartimos el diagnóstico inicial y la urgencia de hacernos cargo responsablemente de la altísima tasa de analfabetismo funcional, que alcanza al 53% de nuestra fuerza laboral, tres veces más alta que el promedio de la OCDE. En Chile se han invertido muchísimos recursos en el último tiempo, en torno a US$ 300 millones al año. Adicionalmente, han sido muchísimas las horas y personas capacitadas (928.851 en 2016), pero con escasos resultados. Claramente esto indica que más que tener un problema de recursos, volumen u horas impartidas, tenemos un problema en la calidad de la capacitación. Ese debe ser precisamente el foco de la reforma.
Es así como en primer lugar proponemos un sistema continuo y relevante. En los tiempos actuales no basta con estudiar el 20% de la vida y luego ingresar al mundo laboral; el mundo moderno requiere formación continua, y estudiar durante toda nuestra vida laboral con muchas intervenciones sincronizadas y relevantes.
Lo anterior significa que las capacitaciones que recibe un trabajador no deben ser actividades aisladas, sin relación entre sí. Deben formar parte de una ruta o marco de cualificaciones, que permita adquirir habilidades relevantes que incrementen la productividad, favorezcan los ascensos laborales y contribuyan a la movilidad social. Para generar un sistema continuo y sincronizado de capacitación necesitamos esta ruta única, en un solo marco de cualificaciones, ascendente e integrado con educación, trabajo, capacitación y reconversión laboral. Ruta única que además permita la posibilidad de ir o volver desde el mundo laboral al sistema de educación, para potenciar una carrera o adquirir nuevas competencias. El problema no son los cursos de capacitación de 40 horas, sino la falta de inserción de estos en una ruta lógica, coordinada y sinérgica de capacitación. A un trabajador que ha dejado de estudiar hace tiempo le resulta más difícil enfrentarse a cursos de larga duración y complejidad, situación que hoy se aprecia en las tasas de deserción de Sence.
La necesidad de intervenciones de capacitación relevantes nos lleva a hacer propuestas por el lado de la demanda (que se la apropie el trabajador, o sea, capacitaciones con cartón) como de la oferta (nuevo sistema de acreditación de cursos y licitaciones de los mismos). También nos lleva a hacer propuestas en materias de asimetrías de información (adaptando el sistema sueco a nuestra realidad) y de efectividad (midiendo el impacto real de la capacitación y poniendo los incentivos adecuados para todos los actores).
En segundo lugar, el sistema de capacitación tiene deudas pendientes no solamente con la productividad; también tiene importantes deudas sociales. Hoy tenemos un sistema de capacitación no inclusivo. No pueden acceder los trabajadores y trabajadoras por cuenta propia (1.800.000 personas). No pueden acceder los desempleados, especialmente los de clase media. No pueden acceder las pymes (más del 60% de los trabajadores chilenos); ya que con el 1% de la planilla anual de remuneraciones no les alcanzaría ni para financiar el café de la capacitación. Por lo anterior, hemos desarrollado tres grandes propuestas para lograr un sistema de capacitación inclusiva. Uno, modificación de la Franquicia Tributaria para darle acceso a las pymes y sus trabajadores al nuevo sistema de capacitación. Dos, una política pública para trabajadores y trabajadoras por cuenta propia. Tres, una política pública que permita reconversión laboral para la clase media.
Un nuevo sistema de capacitación no solo es una deuda histórica con la productividad y con nuestros trabajadores (asalariados, cuenta propia, pymes y desempleados); también lo es con el futuro de Chile. Será uno de los pilares que tendremos que impulsar para lograr el desarrollo integral de nuestro país.
Fuente: http://www.economiaynegocios.cl/noticias/noticias.asp?id=401591
Como equipo a cargo de la elaboración del programa laboral de la candidatura del ex Presidente Piñera, queremos valorar el espíritu constructivo de este informe. Chile necesita con urgencia un nuevo sistema de capacitación, que dé cuenta de las necesidades de los trabajadores de cara al siglo XXI.
Compartimos el diagnóstico inicial y la urgencia de hacernos cargo responsablemente de la altísima tasa de analfabetismo funcional, que alcanza al 53% de nuestra fuerza laboral, tres veces más alta que el promedio de la OCDE. En Chile se han invertido muchísimos recursos en el último tiempo, en torno a US$ 300 millones al año. Adicionalmente, han sido muchísimas las horas y personas capacitadas (928.851 en 2016), pero con escasos resultados. Claramente esto indica que más que tener un problema de recursos, volumen u horas impartidas, tenemos un problema en la calidad de la capacitación. Ese debe ser precisamente el foco de la reforma.
Es así como en primer lugar proponemos un sistema continuo y relevante. En los tiempos actuales no basta con estudiar el 20% de la vida y luego ingresar al mundo laboral; el mundo moderno requiere formación continua, y estudiar durante toda nuestra vida laboral con muchas intervenciones sincronizadas y relevantes.
Lo anterior significa que las capacitaciones que recibe un trabajador no deben ser actividades aisladas, sin relación entre sí. Deben formar parte de una ruta o marco de cualificaciones, que permita adquirir habilidades relevantes que incrementen la productividad, favorezcan los ascensos laborales y contribuyan a la movilidad social. Para generar un sistema continuo y sincronizado de capacitación necesitamos esta ruta única, en un solo marco de cualificaciones, ascendente e integrado con educación, trabajo, capacitación y reconversión laboral. Ruta única que además permita la posibilidad de ir o volver desde el mundo laboral al sistema de educación, para potenciar una carrera o adquirir nuevas competencias. El problema no son los cursos de capacitación de 40 horas, sino la falta de inserción de estos en una ruta lógica, coordinada y sinérgica de capacitación. A un trabajador que ha dejado de estudiar hace tiempo le resulta más difícil enfrentarse a cursos de larga duración y complejidad, situación que hoy se aprecia en las tasas de deserción de Sence.
La necesidad de intervenciones de capacitación relevantes nos lleva a hacer propuestas por el lado de la demanda (que se la apropie el trabajador, o sea, capacitaciones con cartón) como de la oferta (nuevo sistema de acreditación de cursos y licitaciones de los mismos). También nos lleva a hacer propuestas en materias de asimetrías de información (adaptando el sistema sueco a nuestra realidad) y de efectividad (midiendo el impacto real de la capacitación y poniendo los incentivos adecuados para todos los actores).
En segundo lugar, el sistema de capacitación tiene deudas pendientes no solamente con la productividad; también tiene importantes deudas sociales. Hoy tenemos un sistema de capacitación no inclusivo. No pueden acceder los trabajadores y trabajadoras por cuenta propia (1.800.000 personas). No pueden acceder los desempleados, especialmente los de clase media. No pueden acceder las pymes (más del 60% de los trabajadores chilenos); ya que con el 1% de la planilla anual de remuneraciones no les alcanzaría ni para financiar el café de la capacitación. Por lo anterior, hemos desarrollado tres grandes propuestas para lograr un sistema de capacitación inclusiva. Uno, modificación de la Franquicia Tributaria para darle acceso a las pymes y sus trabajadores al nuevo sistema de capacitación. Dos, una política pública para trabajadores y trabajadoras por cuenta propia. Tres, una política pública que permita reconversión laboral para la clase media.
Un nuevo sistema de capacitación no solo es una deuda histórica con la productividad y con nuestros trabajadores (asalariados, cuenta propia, pymes y desempleados); también lo es con el futuro de Chile. Será uno de los pilares que tendremos que impulsar para lograr el desarrollo integral de nuestro país.
Fuente: http://www.economiaynegocios.cl/noticias/noticias.asp?id=401591